Maldito Amor Eterno

El amor no debería ser para siempre. Debería terminar cuando la muerte los separa. Tal y como informan cada vez que alguien firma el contrato. Debería ser algo con principio y fin. Tan sólo un encuentro de una noche.

Una noche en que me pierdo entre tus brazos, te cobijo con mis cabellos. Disfruto de la presión de tus dedos sobre mi piel, de la sinfonía de nuestros suspiros. Debería ser esta noche y ya. Una noche acelerada con tu calidez en mi interior y mis labios entre tus dientes. Eso y nada más.

No esta serie de noches robadas después de haber pasado tantas a tu lado. Tantas que en varias ocasiones preferimos dormir. No como ahora, que este amor eterno parece una condena y me atrae a ti en la misma fecha. Cada año. Todos los años.

Esta noche en que rejuveneces entre mis piernas, donde tus arrugas se alisan y tu mirada brilla con el mismo ímpetu de la primera vez.

Maldito para siempre, maldito amor eterno, maldita la fotografía al lado de tu cama. Fotografía de nosotros, en la que nos miramos sonrientes, nos prometemos la vida, incluso la muerte.

Maldita noche en la que todo tu me embargas, donde toda yo te cubro. Maldita pedazo de cielo que me deja desamparada el resto del año. Trescientos sesenta y cuatro días cubiertos de nada. Obscuridad y silencio en espera de la siguiente noche.
Maldito noviembre. Maldito Todos los Santos. Maldita tu vida. Maldita mi muerte. Maldita luz del día.

Originalmente publicado en la Revista Sputnik en febrero del 2018.

 

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